Para ser testigos

14.04.2024

"… Derramaré mi ESPÍRITU sobre toda carne..." (Joel 2.28a).

  El deseo de DIOS para todos los creyentes en JESÚS, siempre fue que reciban en sus vidas al ESPÍRITU SANTO; y cuando llegó el día de Pentecostés (Hechos 2), luego de la resurrección de JESÚS, se cumplieron aquellas palabras que DIOS había dado a través del profeta Joel: "… Derramaré mi ESPÍRITU sobre toda carne..." (Joel 2.28-32 y Hechos 2.17-21).

  También el mismo SEÑOR JESÚS, justo antes de ascender a los cielos, dijo: "Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el ESPÍRITU SANTO, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra" (Hechos 1.8).

  Esa promesa del SEÑOR, de que vendría el ESPÍRITU SANTO, se cumple en todos aquellos que creen en ÉL. Pero esa promesa viene con una responsabilidad para nosotros, y no es para hacer lo que queremos, sino para hacer la voluntad del SEÑOR.

  Nuestra misión como creyentes en CRISTO, es ser testigos de ÉL; es decir, que tenemos la responsabilidad de hablar del SEÑOR. Debemos decir que ÉL es el único SEÑOR y SALVADOR, y que fuera de ÉL no hay nadie que pueda salvar.

  La Escritura nos enseña: "Yo soy JEHOVÁ, y ninguno más hay; no hay DIOS fuera de mí" (Isaías 45.5a). Además, la Palabra de DIOS también dice: "Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro Nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos" (Hechos 4.12).

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